Ex soldado niega haber buscado ayuda iraní tras fuga de prisión
La dramática fuga del ex soldado Daniel Khalife de la prisión de Wandsworth ha suscitado numerosas preguntas sobre sus intenciones y acciones durante el tiempo que estuvo prófugo. Khalife, que ahora tiene 23 años, ha negado las acusaciones de que solicitó ayuda a los agentes iraníes después de huir de la prisión en septiembre de 2023. Su testimonio en el Tribunal de la Corona de Woolwich ha revelado una maraña de interacciones y decisiones tomadas durante esos días cruciales.
Fuga y cargas
La huida de Khalife fue nada menos que audaz. Logró evadir a las autoridades ocultándose debajo de un camión de reparto de alimentos, utilizando una eslinga improvisada para ocultarse. Después de esta fuga, se declaró culpable de los cargos relacionados con su huida, pero ha negado firmemente cualquier violación de la Ley de Secretos Oficiales o la Ley Antiterrorista. Además, se enfrenta a acusaciones de orquestar una falsa alarma con una bomba.
Durante su testimonio, Khalife reconoció haber enviado mensajes vía Telegram a un contacto iraní el tercer día de su evasión. Afirmó que esos mensajes no eran solicitudes de ayuda, sino que surgían de la curiosidad por las posibles respuestas. Enfatizó que no tenía intención de abandonar el Reino Unido.
Khalife afirmó que, si bien los servicios de seguridad iraníes expresaron su voluntad de ayudarlo, finalmente decidió no continuar la conversación.
Los fiscales afirmaron que Khalife se quedó en el barrio de Chiswick, en el oeste de Londres, esperando recibir ayuda que nunca se materializó. Cuando se le preguntó por qué no se había entregado antes, dijo que quería permanecer libre durante “al menos 48 horas”.
La vida en fuga
Khalife demostró ser ingenioso al intentar eludir su captura. Compró un teléfono móvil por 89 libras en Hammersmith y compró ropa en Marks & Spencer. Entre sus actividades se encontraban pasear por el río Támesis y montar en bicicleta antes de ser detenido por la policía tres días después.
Khalife también afirmó que su motivación para escapar fue evitar ser colocado en una unidad de alta seguridad junto a personas que temía que pudieran hacerle daño.
En respuesta a las preguntas sobre si habría continuado huyendo si no lo hubieran capturado, señaló que el centro de Londres estaba plagado de cámaras de vigilancia, lo que indicaba que era consciente de los riesgos que implicaba su huida.
El caso de Khalife continúa desarrollándose, generando inquietudes sobre los protocolos de seguridad dentro de los centros penitenciarios y resaltando las complejidades que rodean a las personas con antecedentes militares que enfrentan desafíos legales.
A medida que se desarrolla esta historia, se subrayan cuestiones más amplias relacionadas con la seguridad penitenciaria y las prácticas de monitoreo posterior a la liberación, preguntas que pueden resonar mucho más allá de este caso singular.